martes, 26 de noviembre de 2013

DE QUÉ ESTAMOS HABLANDO

La criptozoología (del griego κρυπτος cryptos, 'oculto', ζωος zoos, 'animal' y λογος logos, 'estudio'; literalmente: 'el estudio de los animales ocultos') es un fenómeno cultural que se ocupa de la búsqueda de animales denominados comúnmente criptidos, cuya existencia es improbable.
Exacto, improbable, no necesariamente imposible. Esa es la piedra angular de la criptozoloogía. Realiza el estudio y búsqueda de hipotéticos animales que se cree que existen  y que estarían quedando fuera de los catálogos de zoología contemporánea. Se trata básicamente, de interpretar racionalmente mitos, historias y demás folclore buscando la parte real y el trasfondo que subyace en toda leyenda.

El ejemplo más famoso de la criptozoología es el descubrimiento del okapi una especie de mamífero similar a la jirafa aunque de cuello corto y pelo rojizo por todo el cuerpo a excepción de las patas traseras rayadas en blanco y negro como una cebra además de dos pequeños cuernos recubiertos de pelo.

Esta casi inverosímil descripción es la que le dieron los nativos de la tribu Wambutti a Henry Morton Stanley que exploraba las riberas del río Congo. Los relatos sobre este misterioso animal empujaron al inglés sir Harry Johnston a preparar una expedición que fuera en la búsqueda de una posible especie ignorada por la Ciencia.
Posteriormente de vuelta al Congo belga en 1900, Johnston acompañado de un grupo de pigmeos rescatados de la Exposición Universal de París donde eran exhibidos como monstruos de feria; pudo conseguir dos pieles de los cuartos traseros que llevó al fuerte belga de Mbeni y luego fueron enviadas a la Zoological Society de Londres en 1900. Allí se comprobó que no se correspondían con las de ninguna especie conocida de cebra y el animal fue bautizado como Equus johnstoni, si bien su adscripción al género Equus fue considerada dudosa desde el principio. Esto se confirmó cuando Johnston, que había vuelto al poblado de los Wanbutti, encontró un rastro en la selva con la ayuda de éstos y comprobó que las huellas tenían dos dedos, por lo que el o'api debía ser un artiodáctilo y no un équido. Karl Eriksson, comandante del fuerte Mbeni, le envió después dos cráneos y otras dos pieles que habían llegado poco antes a sus manos. Con este material volvió Johnston a Londres, donde las raras calaveras permitieron determinar que el ya conocido como okapi era una especie de jirafa de bosque que fue bautizada como Okapia johnstoni. Tan extraña especie fue pronto demandada por numerosos museos y zoológicos de Europa y Estados Unidos, pero la mayor parte de las expediciones para capturar algún ejemplar fueron un fracaso debido a lo remoto de su distribución, por lo que la especie se salvó de la extinción. En el año 2006 y luego de casi 50 años en los que no había sido detectado ninguno en estado salvaje, se produjo su redescubrimiento en el Congo